Tuesday, June 23, 2020

El problema negro del Marxismo


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El problema con la concepción histórica del Marxismo es que se desarrolla como una profecía de auto cumplimiento, desde su naturaleza dogmática; debida a su vez a que proviene de la interpretación del pensamiento hegeliano, con que se establece el mismo[1]. En ese sentido, no se tiene en cuenta que la crítica hegeliana original tiene valor substractivo y no positivo, al plantearse como necesidad; que debería satisfacerse en la propuesta marxista, con un fenómeno positivo suficiente, que no ocurre fuera de su ideología.

Se trata de la crítica original de Hegel sobre la insuficiencia de la tradición filosófica, que la reducirá al estudio de su historia; como la determinación misma del marxismo a cumplir en la acción política, con el presupuesto de que el trabajo de la filosofía es cambiar la historia, no comprenderla. Si la afirmación de Hegel no se redujera a la crítica de la tradición, él mismo habría satisfecho esa necesidad con una tradición propia; en cambio se limita a la creación de una historia de la filosofía, que aún mantiene en esta su interés objetivo.

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La función de Hegel aquí es como la de Sócrates y San Agustín, como cúlmenes de la tradición que sellan; no porque tengan ese valor, sino que les es atribuido por la tradición que inauguran, en su propia legitimación. El dilema aquí no es tan simple como parece, dadas las consecuencias que tendrá en la evolución del pensamiento occidental; que por esta premisa va a perder todo interés en la sistematización ontológica, para resolverse como ideología, y con ello en una función política.

La fundación de la tradición marxista va a carecer de este interés expreso en lo ontológico, aunque lo resuelva tangencialmente; dado en la sistematización anterior del capitalismo en El Capital, que así funciona como un referente epistemológico de corte realista. No obstante, la evolución posterior de Marx muestra que esto no es su interés, sino el de lo histórico; como razón por la que cualquier comprensión sobre la dialéctica como estructura propia de la realidad, ha de remitirse directamente a la hegeliana.

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Aquí surge el problema, pues con esta contracción al valor sustractivo de lo histórico, el pensamiento entra en un bucle estructural; que es el de la mera contradicción dialéctica, proveniente del maniqueísmo subyacente en la fundación cristiana de la cultura Occidental. La dialéctica sí provee una experiencia de excepcionalidad transhistórica, desde la que superar ese fatalismo histórico; pero sólo en tanto la experiencia existencial acceda a esa transhistoricidad, negada en la contracción a lo ideológico.

Es así que en la acción histórica, el Marxismo sólo crea la acción en cadena propia de esa fatalidad, en la lucha de clases; hasta el punto de que consciente de esta deficiencia, silo puede proponer el socialismo como una conclusión milenarista y dictatorial. Por supuesto, es esta naturaleza dictatorial la que mantendrá en movimiento esa naturaleza fatal de la dialéctica histórica; con la segregación inevitable de una burguesía corporativa, en la especialización administrativa del partido, que requiere así de una revolución constante.

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En tanto fatalidad, pareciera entonces que la solución fuera el anarquismo, como contradicción permanente del orden establecido; lo que no tiene en cuenta que incluso una revolución constante sería el establecimiento de un orden, con su consiguiente segregación se clases. El problema es que la deficiencia proviene del origen, y reside en esa naturaleza fatal de la dialéctica histórica; cuyo vicio sólo se puede romper en la transhistoricidad de una nueva experiencia existencial, que en su novedad desconozca los vicios del poder histórico.

Ese es el sentido de una abstracción del problema racial, de esa contradicción dialéctica de lo histórico en Occidente; como una nueva potencialidad sobre la que realizar al Ente, dada en su propia depauperación política. Posibilidad que como última tentación, se dificulta en el desarrollo de la tradición liberal; que fundada en la Ilustración moderna, no sólo satisface las necesidades ideológicas del marxismo, sino que incluso lo lleva a esa realización de su propia fatalidad.

Sin embargo, esto mismo explica esa otra dificultad, que impide la solución del problema racial como una fatalidad ficticia; ya que acaparado por ese canibalismo ideológico del sentido histórico del marxismo, se hace dependiente de la voluntad política del mismo. No es que esa voluntad no exista, sino que estaría naturalmente subordinada a su propio interés en esa naturaleza histórica; que siendo un estado de contradicción permanente, no prevé una solución real fuera de esa ficción teológica del comunismo milenarista.



[1] . Vale aclarar que esta naturaleza dogmática sería propia de esa interpretación, no del pensamiento hegeliano mismo; ya que parte de un índice de valor programático y hasta catecumenal, que decide entre lo positivo y negativo de las diversas tradiciones en que se funda. 



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