Tuesday, June 16, 2020

Lo que el viento no se llevó


Lo que el viento se llevó ha devenido el centro de las controversias políticas, evidenciando los mil problemas que las provocan; aunque ninguno de ellos sea el racismo de que la acusan, y que ni siquiera es parte fundamental de su dramaturgia. La supuesta caricaturización de los personajes negros, por ejemplo, es sólo una falacia basada en el poco protagonismo que se les concede; que sin embargo es natural, porque el drama que se relata no es universal, sino referido exactamente a la clase terrateniente que pierde la guerra.

Aún, mostrando un realismo pionero, el personaje la esclava Mamy lidera los personajes secundarios; y si resulta simplificado es por su funcionalidad, con la sobriedad del guion, una de sus mejores características. La simplificación mayor de los otros esclavos se deberá a su todavía menor protagonismo; gracias a lo cual aportan la serie los anticlímax tan necesarios a todo drama, junto a una pléyade de blancos no menos simplificados.

El único caso de un no protagónico al que se le respeta la complejidad dramática es a la prostituta, Belle; justo realzando el contraste moral con la protagonista, con su propio sentido de moral y humanidad. En un par de escenas, la protagonista muestra violencia con sus esclavos, pero no más que con el resto de los personajes; incluyendo a la Melanie de la Havilland, a quien si no pega es porque no tiene poder para ello y puede costarle el amor de su vida.

Por supuesto que cuando son caricaturizados, los esclavos son referidos a la figura grotesca de Jimmy Crow; porque como figura vernacular, Jim Crow era una realidad en la cultura esclavista, no una ficción perversa. Esto apunta al verdadero problema tras las quejas de racismo, que sólo se entenderían si fueran extemporáneas; como no es el caso aquí, donde incluso se alude a cierta ética para el trato con los esclavos, aunque en la forma propia de su época.

El problema sería el del resentimiento, exacerbado por las injusticias sociales que dificultan la superación del racismo; pero que es más exacerbado aún, hasta el paroxismo, por su manipulación política. La controversia ideológica aquí sólo perpetua la contradicción, en las continuas alegaciones morales; con las que desconoce las determinaciones históricas del fenómeno que critica, igual que el modelo moral cristiano; en el que se funda, pero como todo el racionalismo que impregna a la cultura moderna, sintetizada en la cultura norteamericana.

En todo caso admirable, el filme es la mirada más descarnada y cándida que del país sobre sí mismo; como una heroína romántica inglesa, con sus panorámicas extraídas se Cumbres borrascosas. Los mismos escenarios, envilecen el elegante bucolismo de la preguerra con un estilo victoriano de suntuoso mal gusto en la postguerra; y la heroína no es la mujer ideal, como la secundaria Melanie, ni admirable en sus pecados, como la paradójicamente honorable Belle.

El personaje de Scarlet O'Hara es cínico y petulante, reúne todos los defectos posibles en una mujer de su tiempo; junto a la sola virtud de su voluntad de no sólo sobrevivir sino de vivir y bien, haya lo que tenga que hacer, trabajar la tierra o casarse sin amor. O'Hara tiene su consistencia sin saberlo en esa voluntad, que se refleja en el apego a la tierra, que no es por la tierra misma; sino que se trata del lugar a que se puede volver cuando se ha perdido todo, porque en definitiva es el espíritu del sur; sobreviviendo en su derrota por la incomprensión arrogante del norte, con el que ha de vivir ya para siempre.

Se trataría entonces de otro problema de blancos, en el que los negros siguen siendo la base productiva de su ideología; a la que aportan su pasado, y al que por tanto permanecen atados, por esa exacerbación que les exacerba los resentimientos. La contradicción ideológica es la determinación primera de la política, como el fenómeno excelente al que ha evolucionado la cultura occidental; pero como un fenómeno al que no se ha integrado a la raza negra, mantenida en la periferia de esas luchas de poder.

En ese sentido, las críticas al filme no son graves, respondiendo a las circunstancias propias de la cultura norteamericana; que a la cabeza del desarrollo moderno, es la que consigue codificar los elementos culturales, en su tradición legalista; lo que es un proceso cansado, largo y fatigoso, porque consiste en darle valor judicial a todos y cada uno de los actos hyumanos en tanto culturales. No es extraño, es una cultura por la que hasta el shampoo tiene instrucciones, y la práctica más común es el “liability”; algo que las otras culturas no consiguen comprender, mientras padecen el autoritarismo inapelable de sus propias tradiciones.

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