Sunday, May 31, 2020

No es tiempo de ceremonias


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Uno de los grandes pilares del gobierno cubano ha sido el chantaje emocional y político al que somete a quienes se le subordinan; lo que ya debería ser causa suficiente para que se le rechace, pero que hace impunemente porque es muy efectivo en sus manipulaciones. Es así que ha creado una cultura del aprovechamiento, que le permite sobrepasar contradicciones fragrantes; como aquella de apoyar logística y materialmente a los montoneros argentinos, mientras llegaba a acuerdos de caballero con el dictador Videla.

La eficacia de ese cinismo reside en sus supuesta superioridad moral, una práctica desarrollada por el cristianismo más temprano; un fenómeno que toda revolución reproduce en su naturaleza, por el carácter revivalista y reaccionario; ya que recurriendo a los pacos fundacionales de la estructura social, cimentándolos en la moral, se hace incuestionable como un dogma de fe. Ese dogmatismo es la razón de que no acepte discusión, y apele siempre a esa supuesta superioridad moral; en que justifica sus contradicciones como innecesarias e inevitables, sin que por ello se arredre en los errores y excesos que lo vician en la corrupción.

Lo peor de eso no es que devenga en una circunstancia política, sino que ha llegado a redeterminar la cultura nacional; hasta el punto de estancar su cultura política, ya deficiente desde su propia génesis, pero en este punto casi que irreparable. Eso es lo que explica el doble discurso de los cubanos, que han desarrollado la misma dependencia que su gobierno de los recursos ajenos; a los que asumen que pueden acudir incansablemente, amparados en la desgracia no menos supuesta de un enemigo tan superior como abstracto.

Eso es especialmente grave en el caso de los negros, por la doblez con que desarrollan su interés reivindicativo; que detienen justo en el borde que los pueda poner en confrontación con el mismo gobierno, que los somete como al resto de los cubanos. Eso no tiene por qué ser una fatalidad, pero lo desgraciadamente lo es, porque son los mismos negros los que subordinan su problema al del país; alegando una indefensión de la que carecen, porque en realidad se trata de un problema de presupuesto.

Hay cierta ambigüedad en el presupuesto norteamericano sobre la oposición cubana, porque la inutiliza en la corrupción; pero eso no es un problema puntal sino una dinámica, por la que se inutiliza en la corrupción cualquier fuerza disruptiva. Es por tanto también el caso de los negros cubanos que residen en Cuba, fabricándose currículums de cimarrones domésticos; gracias a los cuales acceden al patrocinio de las academias norteamericanas, con sus propios intereses espurios sobre el desarrollo y la integración racial.

No se trata sólo de dinero, aunque también, sino sobre todo de sentido de trascendencia existencial; disponible para gente que de otro modo tendría una vida mediocre de profesorcillo, participando en causas de supuesta trascendencia. De ahí también el estupor cuando son confrontados por sus propias realidades, que no reconocen en sus burbujas teóricas; que disfrazan de activismo político y marginalidad, cuando nunca ha habido un real ni efectivo que sea presupuestado de algún modo.

Frente a los paneles de afrocubanos de Cuba que no van a ninguna parte, hay infinidad de grupos negros norteamericanos que carecen de todo recurso; y mientras los de Cuba acceden a cuanto apoyo logístico existe en el mundo, incluido el monetario, ellos se paran sobre su propia pobreza y precariedad. No obstante o quizás por eso mismo, no se desgastan en discusiones sutiles como las de los ángeles en la cabeza del alfiler; sino que implementan políticas concretas y puntuales, que en su eficacia crecen de locales a un impacto verdaderamente nacional y hasta transnacional.

Un ejemplo patente de ello es la celebración del Virtual Sankofa, de laCoalición Internacional para la Conmemoración (ICCAAMP); que ha desarrollado un activismo efectivo en redes sociales, para la coordinación de eventos populares de celebración identitaria. Es decir, son gente que puede ir a los eventos de LASA si quiere, como parte de la jet set universitaria; pero que en vez de exigir activismo ni solidaridad es una celebración de la substancia propia, que no se agota en una catarsis ni una queja perenne.

Más escandalosa aún es la negativa de los cubanos de Cuba a ser confrontados por crítica alguna, amparados en esa supuesta indefensión; que funciona igual que el mismo suprematismo moral de su gobierno, al que además acceden en la misma operación de chantaje moral y político. Ningún movimiento político es perfecto, y menos aún puede serlo uno que surge de los márgenes; pero es en la confrontación que estos fenómenos maduran y se perfeccionan, perfilando su funcionalidad.

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