Friday, January 8, 2016

Something straig: El recurso del método

Por Ignacio T. Granados Herrera

Los movimientos radicales y militantes son importantes, porque son la fuerza de choque de las minorías; pero por lo mismo no son los que se sientan en las mesas en que se negocian los espacios de participación; aún si de hecho son los que consiguen sentar en esas negociaciones a las mayorías relativas al que se enfrentan, porque la cuestión ahí es de funciones. En ese sentido, lo que lleva a personas concretas a radicalizarse en una militancia activa es precisamente la inseguridad personal ante el poder convencional; pues siendo marginado por el mismo, su militancia consiste en exigir una cuota de participación que lo integre en el sistema. En ese mismo sentido entonces, las personas concretas sin un problema de inseguridad personal respecto a ese poder convencional no se radicalizan en una militancia; teniendo entonces un espacio para la comprensión, que le permite negociar de modo efectivo con ese poder convencional, una vez que ha sido obligado por la militancia radical a acceder a dicha negociación.

Vale aclarar que es absurdo esperar que un poder cualquiera se siente a negociar de modo espontaneo, sin la presión del radicalismo militante; ya que como poder es fuente de seguridad él mismo, llegando a la determinación total del sistema, que pone en función suya. De ahí, proporcionalmente, la inseguridad de las personas concretas marginales respecto a ese poder convencional; que por tanto lo presionan con su militancia radical, para obligarlo a una negociación en que ceda espacios de integración. No obstante, y como contradicción incluso de principios, esa misma militancia radical impide los procesos de intelectualización que permiten una negociación efectiva; y eso como un principio tan riguroso, que permitiría detectar el falso radicalismo de una militancia dada a la manipulación del discurso, al pretender su intelectualización. Dicha contradicción se debería a que el poder intelectual es por sobre todo relativista, reconociendo las causas y determinaciones de todo fenómeno; que es la comprensión por la que puede negociar de modo efectivo con las élites del poder convencional, incluso si son funcionalmente opresivas.

Eso no quiere decir que la diferencia sea evidente en todo caso, que es por lo que la manipulación consigue desviar de continuo los esfuerzos de ajuste político; en un proceso paralelo de corrupción de la oposición militante, que pretende extraer beneficios particulares de cualquier proceso de negociación. Este proceso de corrupción paralela también puede ocurrir de modo inconsciente, ya que el poder intelectual se ha trivializado como una cuestión de status; por el cual las personas concretas pueden compensar su propia inseguridad respecto al poder convencional, comparándose con el mismo. Eso, que es un fenómeno comprensible, tiene sin embargo el mismo efecto deslegitimador de la negociación como proceso político; en cualquier caso, debería bastar la suficiencia y la seguridad personal para establecer una negociación efectiva con ese poder… que en definitivamente se pretende en toda su convencionalidad. Vale esta aclaración última, porque en definitiva el problema de toda la estructura social es la convencionalidad del poder; de modo que cualquier pretensión respecto al mismo es ya ilegítima, corrompiendo toda posibilidad de realización personal con ese espejismo del poder.

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